Taxi Driver es una película
estadounidense de 1976 dirigida por Martin Scorsese y escrita por Paul Schrader. Narra la historia de
Travis Bickle (Robert De Niro), un excombatiente de Vietnam, claro antihéroe de los
setenta norteamericanos, década triste y amarga, heredera del sueño roto del
hippysmo de los sesenta, mutilada por la guerra de Vietnam, invadida por las
drogas y los camellos, todo ello anclado en una desesperación silenciosa con
tendencia a estallidos de ira en forma de violencia. De entre
toda esta desesperación vivamente retratada por Scorsese, de calles llenas de
camellos, chulos, putas y luces de neón con carteles cómo
"Fascination", renace la figura del alienado por la sociedad, ese
hombre sólo, algo zopenco, incapaz de funcionar en un mundo aparentemente
normal, donde él, aislado, sólo hace que alimentar su paranoia, bien circulando
por las calles llevando a cualquier tipo de pasajero, bien escribiendo un
diario siempre narrado en off, en el que escribe una y otra vez cómo
"Llegará una lluvia que se llevará toda esta mierda". Sólo, triste,
rechazado... Travis pasa el tiempo libre que no está en el taxi bebiendo, yendo
a Salas X y alimentándose con dietas desastrosas, que no hacen más que aislarle
más de la sociedad en la que se halla.
La grandeza del personaje de Travis
Bickle, es que todos somos o hemos sido alguna vez cómo él, ese sentimiento de
rechazo, de soledad, se hizo patente en el público de los setenta, y es lo que
mantiene aún hoy viva la película, por que pese a todos sus defectos, la
conjunción Schrader-Scorsese-De Niro, entendió lo que significaba ese dolor y
así lo representó en imágenes, trasmitiéndolo a un público que se dividía ante
la asimilación e identificación y el rechazo, en especial por la violencia
exhibida al final del film.
El desencadenate de la locura de
Travis finalmente será la relación que tiene con dos mujeres. La primera, Betsy
(Cybill Sheperd), es la persona que él elige para acercarse a un mundo que no
le pertenece, sin embargo, preso de la ignorancia, por un lado, y por otro, con
ciertas ganas de arrastrarla hacia su particular submundo, la lleva a una Sala
X, donde ella primero, lo encuentra divertido por lo atípico de la situación, y
luego lo rechaza, sintiéndose insultada, y saliendo del cine escapándose,
literalmente de Travis, que la sujeta por el brazo varias veces, sin lograr
entender que es lo que había pasado. Luego Scorsese dibuja perfectamente lo que
es y siente Travis, cuando en un plano en el que él esta llamando a Betsy para
excusarse, Scorsese desvía el plano hacia un pasillo vacío. Eso es Travis: un
gran vacío.
La segunda mujer que se cruza en el
camino de Travis es la joven prostituta de doce años Iris (Jodie Foster), que
una noche se introduce en su taxi llorando pidiendo que la saque de allí,
cuando irrumpe su chulo Sport (Harvey Keitel), y por la fuerza la saca del taxi
y se la lleva. Esa situación y su posterior encuentro con ella en una
habitación, donde Travis es incapaz de tocar a la chica, tras haber negociado
con Sport en una escena divertida y tensa a la vez, fruto de la improvisación
entre estos dos monstruos de la interpretación, le lleva a entender su función
en la vida: Eliminar a la escoria como Sport.
A partir de ahí Taxi Driver se
dispara, primero Travis compra un montón de armamento en otra inolvidable
escena en la que un pasante ilegal le explica que es lo que hace cada tipo de
arma, posteriormente mata a un negro que estaba atracando una tienda y empieza
a acosar al candidato a presidente, el senador Pallantine (Leonard Harris).
Scorsese pasa del excelente retrato de espacio suburbano neoyorquino a la
trinidad calvinista enunciada arriba, Travis está preparado. Ha hecho
flexiones, ha soportado el dolor de la llama del fogón, se ha fabricado una prótesis para sacar una pistola por la
manga, ha escrito a sus padres, ha puesto dinero en un sobre para Iris, se ha
afeitado la cabeza a lo mohicano (o a lo punk, como se prefiera) y ha estado
jugando con el espejo «Are you talking to me?».
El fin de Travis, tal como él lo veía sólo podía pasar por la catársis, es un ser condenado desde el primer fotograma, su evolución desde que le rechaza la vendedora de palomitas del cine X (interpretada por la primera mujer de De Niro, Diahne Abbot) hasta que el individuo del taxi (interpretado por el propio Scorsese) le confiesa que va a matar a su mujer por que se está acostando con un negro, Travis está condenado. Así tras su fallido intento de matar a Pallantine, en una secuencia claustrofóbica, y sí, violenta, Travis libera a Iris provocando una matanza, pero cuando quiere suicidarse al final de la misma, no encuentra con que hacerlo. Sutil ironía para este sociópata que acabará encumbrado por los periódicos como nuevo héroe tras salvar la vida de Iris, la brutal escena acaba con un escalofriante travelling en picado que desciende lentamente desde la habitación de la matanza a la calle donde ya se aglomera la gente interesada por lo ocurrido. Sin embargo, y cómo refleja el último detalle del film en que Travis mira sobresaltado por el retrovisor por haber creído oír o ver algo, en palabras del propio Scorsese "Travis es una bomba de relojería capaz de estallar en cualquier momento".