miércoles, 24 de octubre de 2012
Última película basada en la vida de un miembro del Actors Studio: "Mi semana con Marilyn"
Apoyada en una estupenda labor de maquillaje y vestuario, Williams logra un notable parecido con Monroe, sobre todo en planos medios o generales, cuando la cámara no se centra completamente en su rostro y cobran importancia los movimientos, los gestos y la voz. La actriz, que a pesar de su juventud ya ha optado en tres ocasiones al Oscar, realiza por tanto una meritoria imitación de la mítica y trágica estrella de Hollywood, si bien se echa en falta en ocasiones a una mujer de un mayor parecido físico, como por ejemplo, Scarlett Johansson; una lástima que no le interesara al papel, creo que es lo más cercano a la ambición rubia que hay ahora mismo en la industria cinematográfica. En cualquier caso hay que aplaudir el esfuerzo y la interpretación de Williams, que como digo, consigue resucitar a Marilyn en bastantes momentos, un logro nada sencillo. El problema es que la ilusión no es completa, resulta intermitente, irregular, y por eso he hablado del parecido físico, que en este caso me parece importante. La Marilyn de Williams resulta creíble como mujer y como actriz, pero no como una criatura irresistible que enamoraba a todo aquel que la miraba. Y centrarse tanto en esto último es uno de los mayores errores de la película.
Otra equivocación importante de ‘Mi semana con Marilyn’ es el débil y cargante personaje protagonista, que no es Marilyn a pesar del cartel, los premios y la publicidad. La historia, vendida como auténtica en los créditos iniciales (ni basada ni inspirada, ¡verdadera!), se nos muestra a través de los ojos de Colin Clark, a quien da vida un desafortunado Eddie Redmayne, con perpetua expresión de “maravillado”. La película parte de dos libros escritos por Clark en los que relata el conflictivo rodaje de la comedia romántica ‘El príncipe y la corista’ (‘The Prince and the Showgirl’) y habla de primera mano sobre las dos estrellas de la película, la actriz Marilyn Monroe y el director y actor Sir Laurence Olivier (Kenneth Branagh, cumpliendo una probable fantasía de juventud). Clark era un joven aficionado al cine de 23 años, sin experiencia alguna en el medio, que por pesado (según aparece en el film) consigue un empleo como tercer ayudante de dirección en la citada película de 1957. Su tozudez le brinda la oportunidad de conocer a su ídolo, Olivier, y a su amor platónico, Monroe. Pensarás que eso es tener muchísima suerte, pero la cosa se pone aún mejor para este chico…
Marilyn llega a Londres en la cima de su carrera, recién casada con el prestigioso escritor Arthur Miller (encarnado por un correcto Dougray Scotttensión continúa al iniciarse el rodaje, Marilyn llega tarde al set y luego, ya en faena, tiene problemas para recordar y pronunciar los diálogos. Olivier comienza a desesperarse y pide ayuda a Clark, que cae simpático a la actriz, encantada con la ingenuidad, la pura fascinación y el respeto que demuestra, algo que no encuentra en los demás hombres de su vida. Miller abandona a Marilyn y se marcha de vuelta a Estados Unidos, convirtiendo a Clark en la persona más cercana a la actriz, ayudándola a sobrellevar una de las etapas más difíciles de su vida. Así llegamos a descubrir a la mujer que hay detrás del icono.
Tanto el guionista, Adrian Hodges, como el director, Simon Curtis (debutante en cine, experimentado realizador televisivo, algo que se nota en la convencional puesta en escena), fracasan tratando de exprimir este sencillo material, del que se podría haber sacado más jugo. Algo más sobre Olivier, el trabajo de Marilyn (porque al fin y al cabo cumplió con su papel), el proceso de realización de una película bajo la mirada de un novato como Clark, su relación con la chica de vestuario… Pero la intención parece ser únicamente la de mostrar en pantalla las conocidas dos facetas de Marilyn, la de radiante estrella que todos querían poseer y la de mujer vulnerable e insegura necesitada de comprensión y amor. Y se hace de una manera clara, simple y superficial, sin profundizar, por lo que no se aporta nada nuevo ni valioso. Hodges y Curtis se contentan con crear un producto ligero y agradable, de cuidada factura, que resulte entretenido para el mayor número de espectadores; es el típico producto muy bien envuelto que se hace pensando en premios, se entiende por qué interesó a los Weinstein. Lamentablemente no hay interés por un retrato verdaderamente íntimo e intenso de una figura que aún hoy despierta una gran fascinación. Espero que haya más suerte con el proyecto de Andrew Dominik y Naomi Watts.
También resulta decepcionante el escaso partido que se le saca a un reparto tan amplio y competente. Kenneth Branagh divierte con su caricaturesco retrato de Olivier, si bien se echa en falta un mayor rigor en la recreación del famoso personaje, aquí simple y evidente. Igualmente se desaprovecha la participación de Judi Dench (maravillosa como Dame Sybil Thorndike, eclipsa a todos durante sus breves apariciones), Toby Jones (Arthur Jacobs), Julia Ormond (Vivien Leigh), Emma Watson (Lucy, una chica del departamento de vestuario que conquista Clark antes de intimar con Marilyn; personaje un tanto prescindible), Dominic Cooper (Milton Greene) o Derek Jacobi (Sir Owen Morshead), que tienen menos presencia en pantalla de la que sería deseable. Sobre todo para tapar al soso personaje de Clark, que necesitaba mayor elaboración y un intérprete más carismático que Redmayne. En resumen, una película que entusiasmará a los fans de Marilyn, válida para pasar el rato y prescindible para el que busque algo más.